La búsqueda de la felicidad es una constante en la vida humana. Nos pasamos la existencia tratando de descifrar el enigma de qué nos hace verdaderamente felices.
En nuestra frenética búsqueda de la felicidad, a menudo nos topamos con un sentir que puede parecer similar pero en realidad no lo es: el placer.
¿Qué es el placer?
Hace un tiempo una persona me lo describió como un goce individual, para ella sola, que se sentía en la boca, en la panza y en las zonas erógenas del cuerpo. Me pareció super interesante esta identificación corporal, porque el placer está muy vinculado al mundo sensorial experimentandose en general de manera individual.
En la sociedad occidental hedonista en la que vivimos, en donde el consumismo, la gratificación instantánea y el individualismo son tres factores transversales, no me parece casual ni raro que confundamos (¿o nos hagan confundir?) placer con felicidad.
El Dr. Robert Lustig - médico endocrinólogo, escritor y uno de los primeros investigadores sobre el efecto del azúcar añadido en la salud - tiene un video muy interesante en el cual explica las diferencias entre éstas dos. Si sos más auditivx y te gustan los videos lo podes ver acá.
Las 7 diferencias que menciona son:
El placer es pasajero. La felicidad es permanente.
El placer es visceral. La felicidad es etérea.
El placer está relacionado con recibir. La felicidad con dar.
El placer se puede conseguir con sustancias. La felicidad no.
El placer se puede experimentar en soledad. La felicidad se experimenta en interacción social, grupos, es compartida.
El placer llevado al extremo lleva a la adicción de sustancias o comportamientos. En cambio, no existe ser adicto a la felicidad.
El placer es dopamina. La felicidad es serotonina.
El último punto para mí es el más interesante, en dónde quiero centrarme hoy y explorarlo un poco más.
La dopamina y la serotonina son dos hormonas o neurotransmisores que se fabrican en nuestro cuerpo y transmiten mensajes siendo ésta la manera en que nuestras neuronas se comunican entre sí.
¿Cómo funcionan y por qué están asociadas al placer y a la felicidad?
En el caso de la dopamina, biológicamente estimula las neuronas, es decir, las excita. ¿Sabías que cuando las neuronas se excitan demasiado y de forma muy recurrente, se mueren? Sí, se mueren. Por eso es que tienen mecanismos de defensa (como todxs ja) que consisten en reducir sus receptores de dopamina, de tal forma que absorban menos cantidad de esta hormona y así mitigan el riesgo.
Esto hace —y es muy fácil de validar empíricamente—, que cada vez necesitemos más cantidad de estímulo (dopamina) para conseguir el mismo beneficio (placer). Es decir, más cantidad de azúcar, más chocolate, más papas fritas, más tiempo de scrolleo en tik tok, más likes en instagram, más compras, hasta que llega un momento que se vuelve muy difícil llegar a sentir placer independientemente de la cantidad de estímulos. Ya no sentimos lo mismo, inclusivo llegamos a no sentir nada. Eso se llama tolerancia, lo cual lleva a lo que conocemos como adicción.
Recuerdo la primera vez que compartí con una amiga que el efecto (y la adicción) que tenía en el cerebro el consumo excesivo de azúcar era comparable al que tienen drogas como la cocaína. 'Lo conté en una reunión y todxs se burlaron de mí diciendome que eso era imposible’ —me contó. No sólo es comparable, sino que es mayor la adicción que genera el azúcar versus drogas como la cocaína. Un estudio realizado en ratas (no estoy a favor de este tipo de estudios pero con fines ilustrativos) mostró que cuando se permitió a las ratas elegir entre agua con azúcar y cocaína intravenosa, el 94% prefirió el azúcar. Obviamente sabemos que las ratas no tienen la lógica para analizar y tomar decisiones racionales, sino que se mueven por el impulso primitivo de sus instintos y su biología mamífera. Nosotros también tenemos esa biología mamífera.
El consumo de azúcar refinada produce a largo plazo cambios cerebrales similares a las drogas, lo cual genera una sensación incontrolable por ingerirla, generando esa sensación de no poder parar y de desesperación por “necesitar” consumirla y querer más. Esto es algo que la industria alimentaria conoce muy bien, por eso es que hoy en día la mayoría de los alimentos del supermercado tienen azúcar añadida escondida en sus ingredientes, sin que nosotros lo sepamos. (digo escondida porque a veces no se lista como azúcar sino como uno de los tantos nombres ‘alternativos’ como jarabe de maíz de alta fructosa, maltosa, sacarosa, glucosa, etc). Pan, leche, yogures, salsas, aderezos, latas, cereales, snacks, y hasta café!!!
Además del azúcar, actividades como las redes sociales, el sexo, el alcohol, también liberan dopamina. ¿Alguna vez abriste un paquete de papas fritas o de galletitas y terminaste comiendotelo entero? ¿O estuviste horas scrolleando en redes sociales sin notar el paso del tiempo? Bueno, eso puede generar la dopamina.
En cambio, la serotonina inhibe las neuronas, en lugar de estimularlas. Las desacelera, y produce esa sensación de alegría y de flow. Lo que algunos llaman estar en modo ‘Zen’. No podemos tener una sobredosis de serotonina. No existe ser adicto a la felicidad.
La serotonina ayuda a regular el sueño (es el precursor de la melatonina), y el apetito, y tiene una influencia directa en los estados de ánimo y en la inhibición del dolor.
¿Adivina dónde se produce el 80-90% de la serotonina de nuestro cuerpo? No, no es en el cerebro, sino en nuestro INTESTINO. Pero sí hay una conexión directa entre ambos órganos. Cuando digo directa me refiero directa: el nervio vago une y comunica a nuestro cerebro con nuestro intestino (y muchos otros órganos del cuerpo) y la conexión es bidireccional.
Si bien esto es un tema para otro post, solo a modo de reflexión creo que es cada vez más importante ser conscientes de que la salud cerebral/mental y la salud física/intestinal es lo mismo.
Pero entonces ¿es mala la dopamina? Claro que no. La dopamina es un neurotransmisor básico del sistema nervioso central y no es dañina. Entre otras cosas, es fundamental para los procesos de aprendizaje. Aprendemos a partir de la repetición de comportamientos, y la liberación de dopamina enciende nuestros sistemas de recompensa que nos motiva a volver a intentarlo y a repetir la acción de manera que se fortalezcan conexiones neuronales y aprendamos algo nuevo (por eso es fundamental recompensarnos cuando estamos incorporando nuevos hábitos). Nos motiva a mejorar nuestra performance y hacerlo cada vez más fácil y con más frecuencia.
Recordemos que el cerebro sólo quiere ayudarnos a sobrevivir y asegurar la continuidad de la especie, por lo que evolutivamente necesitamos que nos de placer alimentarnos, para ir a buscar comida; tener sexo, para copular y reproducirnos; ser reconocidos, para formar parte de un grupo de cooperación, etc…
Además, hay muchas actividades muy beneficiosas para nuestra salud que también liberan dopamina, como la actividad física, la música, el cumplir objetivos. La experiencia hedónica está posiblemente en el corazón de lo que nos hace humanos, es la sal de la vida, y al mismo tiempo un uso desmedido en tiempo, dinero, frecuencia en ciertas actividades es también uno de los factores más importantes que nos impiden mantener un equilibrio saludable.
Por lo tanto, es importante no confundir placer con felicidad, porque ¿sabes qué es lo más interesante de todo? Que la dopamina inhibe a la serotonina. Podríamos concluir de manera lineal—y creo que es interesante al menos reflexionar cómo resuena esto en nuestras propias vidas—que cuánto más placer buscamos, más infelices somos.
Si bien yo no creo que sea tan así, sí creo que muchas veces confundimos placer con felicidad, y buscamos llenar vacíos de incertidumbre, ansiedad, soledad, tristeza, miedo, o incluso anestesiarnos ante situaciones difíciles que no sabemos cómo manejar muy bien, con dosis muy altas de placer que terminan operando inconscientemente o automáticamente en nosotros, e incluso a veces creemos (¿o nos hacen creer?) que podemos ‘adquirir’ felicidad.
¿Podes distinguir qué te genera placer y qué te genera felicidad en tu vida hoy? ¿Dónde lo sentís? ¿Cómo te das cuenta? ¿Te reconoces ‘adictx’ a ciertas actividades o sustancias? ¿Qué podrías hacer para auto-gestionarte? Vale pedir ayuda. ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste en estado de flow? ¿Qué estabas haciendo? ¿Con quién estabas? ¿Qué podes hacer hoy para traer algo de ese sentir a tu día aunque sea por 5 minutos?
Me encantaría saber cómo lo vivís y qué pensás de todo esto, por lo que te invito a que me compartas tus comentarios o reflexiones :)